Navarra - El carácter de las fiestas en Navarra
Navarra es una comunidad que guarda como un tesoro sus manifestaciones festivas y tradicionales.
La fiesta refleja la riqueza de la pluralidad de costumbres, caracteres y formas de vida.
Las fiestas en Navarra son esencialmente populares. Alrededor de un programa más o menos institucional se organiza la fiesta de la calle, en donde las gentes son los verdaderos protagonistas. Los reyes en estas ocasiones son la música, con su enorme diversidad de norte a sur, y la gastronomía, basada en productos propios y de una gran calidad.
En las diferentes estaciones del año la fiesta tiene diferentes formas de manifestarse. Junto a la pervivencia de ritos paganos cuyo origen milenario se pierde en los tiempos, se acumulan tradiciones religiosas posteriores con las que se han ido sacralizando fiestas y personajes.
El ciclo invernal comienza con el Olentzero, per¬sonaje significativo de la tradición navarra ya que nació en Lesaka. Viejo carbonero tripudo y fu¬mador, baja del monte para celebrar la Navidad. En invierno, los días son cortos y las noches largas. Fríos y nieves invitan a la intimidad del hogar donde se intensifican las labores y se realiza, por ejemplo, la matanza del cerdo.
El invierno continua con los Carnavales, que en Navarra son complejos en su contenido , manifestaciones y duración. Poseen una gran riqueza etnográfica, prin¬cipalmente los celebrados en el norte de Navarra. Destacan los de Lanz, Lesaka, Goizueta, Alsasua, Unanua, Ituren y Zubieta, etc.
La Semana Santa refleja el sentir religioso tra¬dicional y son conocidas las celebradas en Corella y la Bajadica del Angel en Tudela (Sábado Santo).
La primavera es momento de romerías, que se cele¬bran por toda Navarra a santuarios y ermitas de gran veneración para pedir protección contra el hielo, el agua y las tormentas. Algunas de los más representativas son las de El Yugo, Ujué, Roncesvalles y Labiano.
En la Navarra rural, la primavera era época de continua zozobra, ya que su preocupación era asegurar la recogida de las cosechas, constantemente amenazadas por heladas tardías, sequías o tormentas madrugadoras. A estas romerías hay que añadir la tradicional Javierada. Desde hace medio siglo, miles de navarros peregrinan los primeros domingos de marzo hasta el castillo de Javier para venerar al Santo Pa¬trón de Navarra.
Pero la fiesta en sí estalla en Navarra a partir de San Juan con el solsticio de verano. Este es celebrado con ritos y prácticas en torno al fuego, al agua, a la vegetación y al amor. La fiesta más conocida son los Sanfermines de Pamplona, pero no hay lugar en Navarra que no dedique varios días a festejar a su Patrón, donde cada localidad imprime su carác¬ter al programa festivo.
En las localidades de la montaña se baila (danzas sobre el Onín en Lesaka, mutildantza en Elizondo, bolantes de Valcarlos, paloteado en Ochagavía, etc.) y la fiesta es marco de múltiples variedades de depor¬tes y juegos rurales autóctonos derivados de las labores tradicionales del campo (pelota vasca, cortadores de troncos o aizkolaris, levantamiento de piedra).
En las localidades de la Ribera los protagonistas son la Jota (canciones populares navarras) y las vacas bravas. La Ribera es bulliciosa y musical.
En Navarra suenan txistus y gaitas y los más pequeños se dejan cautivar por Gigantes y Cabezudos.
La fiesta en Navarra encuentra en definitiva su sentido en la calle, en la música, en los ritos, en la gente. Una explosión de emociones y sentimientos que hizo internacional la pluma del premio nobel Ernest Hemingway y que hoy se vive y se siente de la misma manera que supo reflejar en su novela Fiesta. Hemingway no se contentó con ser mero espectador y vivió profundamente la fiesta. Corrió delante de los toros, compartió mesa y mantel con toreros de la época y supo sumergirse como un pamplonica más en la vorágine sanferminera.
Pero Hemingway buscó y encontró en Navarra algo más que la fiesta. Encontró la naturaleza, la paz, la tranquilidad, la soledad ansiada. Para ello descansaba en los valles pirenaicos y entre las sombras de hayas y robles se introducía en la práctica de su gran afición, la pesca, en el río Irati.
En otoño, el bullicio desaparece pero se sigue festejando. El 3 de diciembre es el día de San Fran¬cisco Javier, Santo Patrón de Navarra y día de Navarra. Con esta celebración y hasta la Navidad, Navarra concluye el ca¬lendario festivo anual.
Por otro lado, Navarra conserva y recrea costumbres y tradiciones ancestrales. Por toda la geografía de nuestra comunidad se celebran todo tipo de tradiciones heredadas de antiguos tratados medievales como el Tributo de las Tres Vacas, solsticio de verano con akelarres de brujas en Zugarramurdi, recreación de oratorios populares jacobeos como el Misterio de Obanos o las fiestas y mercados medievales realizados en toda Navarra. |