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Museo de los Concilios y Cultura Visigoda - Toledo
Su origen arranca de la restauración de la Iglesia de San Román, rodeada de conventos y no necesaria para el culto. Pertenece a la Parroquia de Santa Leocadia, pero llevaba cerrada al culto muchos años. Para ella fue pintada por el Greco la Inmaculada de fecha muy temprana. Era una de las parroquias latinas, actualmente de estructura mudéjar, pero que la tradición la supone con raíces visigodas. Esta fue la causa de que, al pensar abrirla al público, las piezas que en ella se muestran sean de arqueología visigoda, desdoblada de las colecciones del Museo de Santa Cruz, de quién es filial. No carece de historia esta antigua Parroquia. Su emplazamiento está en la parte más alta de la ciudad, y su torre era la de mayor altura antes de levantarse las de la Catedral. Por esta causa fue proclamado rey desde la misma, según la tradición, del niño Alfonso VIII por sus partidarios de la ciudad, entre ellos, Esteban Illán, que fue enterrado en una de las capillas de la Iglesia. Como todas estas Iglesias y, en general todo el Múdejar, la pobreza de sus materiales ha obligado a modificaciones, pero que pueden ir siguiéndose. Sin embargo, lo más notable de esto es el haber llegado hasta nosotros con buena parte de sus pinturas del siglo XIII. Suerte que no ha acompañado a las otras toledanas, con excepción del ábside del Cristo de la Luz. Unas restauraciones equivocadas nos han privado de un conjunto de pintura mudéjar muy importante. - LA IGLESIA La que nosotros vemos es fundamentalmente la restauración que inaugura en 1221 el Arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada, pero está documentalmente fechada un siglo antes. Existe la posibilidad, no probada, de ser una transformación de una iglesia visigoda, luego convertida en mezquita. Los capiteles visigodos de las columnas que sostienen sus arcadas de tipo califal, son reutilizados, y la torre, que sin duda estuvo aislada, no tienen por hoy demasiada fuerza para poder confirmarse. Las iglesias mudéjares toledanas, con excepción de Santiago, son de tres naves con un solo ábside poligonal. De este estilo era San Román, como viene a demostrarlo el que la capilla mayor tenga saeteras que quedan dentro de la misma iglesia, en incluso la triple disposición de arquillos por el exterior nos dicen de una cabecera exente. La planta es basilical, de tres, con la central más ancha y alta, que da lugar a una galería. Se separa de las laterales por tres grandes arcos de herradura de tipo califal, que descansan sobre pilastras de ladrillo, que llevan adosados a los lados columnas de mármol de capiteles visigodos y mozárabes y sencillos cimacios de piedra, con excepción de uno junto al ábside, que es visigodo. Los aparentes ábsides laterales son obra posterior. Las naves se cubren con sencillas armaduras de madera modernas. La cabecera, modificada por Covarrubias en 1552 por encargo de la familia Niño de Ribera, es una de sus mejores obras. El primer tramo de la capilla se cubre con una hermosa cúpula de casetones decorados con rosetas, excepto el inferior, con bustos de hombres y mujeres, y apoyada sobre pechinas con tondos, que a su vez lo hacen sobre pilastras con telamones y hermes. El segundo tramo es una bóveda de cañón, también con casetones, y el ábside con crucería gótica. La torre es de planta cuadrada, hoy unida a la iglesia. La base es de sillería, sigue el mampuesto con verdugado y el cuerpo de ventanas en tres zonas: huecos en arcos de herradura inscritos en lobulados, arquillos ciegos sobre columnillas de cerámica, hoy casi pérdidas y, por último, ventanas: la central, apuntada y lobulada y las laterales de herradura. Esta parte es de fines del XIII o principios del XIV. - LAS PINTURAS Son uno de los atractivos de este Museo. Combinan varios estilos, quizá de manos diferentes, pero se concentra en un estilo de pintura al fresco, que debió ser frecuente en Toledo. A un románico retrasado, ya del primer tercio del XIII, corresponden las figuras de Santos y Obispos, frontales, hieráticos y alargados. Entre ellos San Bernardo, que fue canonizado en 1174; en sus ornamentos se refleja la influencia morisca. Junto a esto hay otra serie de pinturas más expresivas naturalistas y movidas. Son las que plasman grandes escenas, como la Resurrección de los muertos, los Evangelistas y el Paraíso. Hay un tercer estilo propiamente mudéjar, que se emplea con profusión para el enmarque de los huecos y arcadas; arcos lobulados, inscripciones en caracteres árabes y cristianos, roleos, ataurique, lacería, dientes de sierra, etc., e incluso finge las dovelas de los arcos o mampostería en las ventanas. Obras de acondicionamiento posteriores han mutilado algunas, pero aún se conserva una muestra de cómo se decoraban los interiores de las iglesias mudéjares.
Información: 925 224 405 |
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