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Albarracín, un sueño medieval en el siglo XXI

Texto y fotografías - Alícia Bea

Forjar en papel toda la magia de esta incomparable ciudad medieval sobre la que se han vertido ríos y ríos de tinta no es tarea fácil. Se pueden usar mil epítetos, recurrir a cientos de datos históricos y bucear en la memoria de los más ancianos del lugar, pero nada será comparable al brillo de los ojos del viajero que se planta frente a este delicioso capricho aragonés.

En plena Sierra de Albarracín, en la provincia de Teruel, se alza la en otros tiempos musulmana "Banu Razín", una ciudad aplaudida por muchos como una de las más hermosas de España. Una ciudad que aparece de golpe, sin avisar, detrás de una cerrada curva que discurre a orillas del río Guadalaviar.

La primera impresión que recibimos es la de una colosal mole de piedra que se levanta recortando el cielo turolense en un territorio agreste dominado por tonos rojos, ocres y marrones. Y en la cima de la colina y dominando el horizonte, el remate perfecto, unas desdentadas murallas que siguen protegiendo a la población de los malos vientos.

A los pies de las murallas se extiende una madeja de estrechas y empinadas callejuelas que el viajero deberá devanar sintiendo en sus pies el paso firme de la historia. Captando cada pequeño detalle, cada minúscula sorpresa que encierra esta población serrana. Solo así, con paso calmado y ojos atentos, el visitante podrá descubrir todos los secretos que encierra Albarracín, un puzzle casi imposible y a su vez perfecto entre naturaleza, vegetación y arquitectura que por méritos propios se ha convertido en una de las grandes joyas del viejo Aragón y que hoy, como en el siglo XVII, nos sumerge en el ambiente de la edad media rural.

Albarracín es como una buena comida. Se debe apreciar, paladear y degustar con calma. Así, al adentrarnos en el laberinto de sus calles podremos apreciar como entre sombras, las casas populares se apiñan unas con otras desafiando cualquier ley física, salpicadas a placer por encantadoras plazuelas, caserones señoriales, torreones, fragmentos almenados de murallas y mansiones blasonadas.

Tres elementos nos acompañarán siempre en nuestro camino: el yeso, la forja y la madera. Y es que si hay un color con el que se identifica la imagen de Albarracín es el tono rojizo de sus casas que se consigue gracias al yeso rosado extraído de las profundidades de la sierra. Una labor que hoy en día continua vigente y que permite seguir luciendo las fachadas como antaño.

El uso de la forja es también una constante. Picaportes, aldabas con forma de salamandra y clavos decoran las puertas de las casas, las rejas de las ventanas y nos recuerdan la importante labor de los artesanos del hierro que trabajaron en Albarracín. Y, cómo no, la madera, la responsable de hermosos entramados, soberbios portones y balcones corridos cuajados de flores. El resultado de tan peculiar mezcla es uno de los conjuntos histórico-artísticos más interesantes de nuestro país, declarado Monumento Nacional en 1961 y que en la actualidad desarrolla una importantísima labor de conservación y restauración a la espera de que llegue el tan merecido reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad.

callejeando
Por el centro de Albarracín

Un buen punto de partida para conocer Albarracín es su hermosa e irregular Plaza Mayor en la que los visitantes se dan un respiro entre tanta cuesta y aprovechan para recuperar fuerzas bebiendo en su fuente. Aquí se encuentra ubicado el Ayuntamiento que destaca, a diferencia de otras casas consistoriales aragonesas, por su forma de U casi regular. Un balcón corrido recorre toda la fachada luciendo una bellísima barandilla de forja. Desde sus soportales el viajero puede captar una de las imágenes clásicas de la villa: el famoso balcón esquinero. Otra muestra de la arquitectura civil de Albarracín nos la ofrece la cercana Casa de la Comunidad, donde podremos observar su puerta de sillería y la trabajada forja de sus rejas.

Desde la Plaza Mayor parte la calle de la Catedral, una de las vías más importantes de la ciudad que nos conduce a dos visitas ineludibles: la Catedral del Salvador y el Palacio Episcopal. La Catedral, coronada por un voluminoso campanario de planta cuadrada, apenas si tiene fachada y parece encajada a presión en la difícil orografía de la ciudad. En su interior conserva numerosas piezas de imaginería y su altar mayor está considerado como una obra cumbre del arte aragonés. A los pies del templo, un amplio mirador nos ofrece un alto en el camino para descubrir más rincones fascinantes de esta mágica ciudad.

Al lado de la Seo se halla el Palacio Episcopal que conserva todo el esplendor del siglo XVII. Su fachada es una soberbia portada barroca labrada en piedra y en su interior, se encuentra situado el museo Diocesano, que cuenta con una interesante colección de tapices flamencos y piezas de gran valor, como un pez naveta de cristal de roca o una cruz procesional tallada con elementos de distintas épocas. Este palacio es además la sede de la Fundación de Santa María, un proyecto cultural cuyo objetivo es dinamizar la vida cultural y artística de la ciudad y al que se debe buena parte de las labores de recuperación del patrimonio de Albarracín. Otros palacetes que también merecen ser visitados son la Casa de los Monteverde, la Casa de la Brigadiera y la Casa de los Navarro de Arzuriaga.

Una vez visitados la Catedral y el Palacio Episcopal, el viajero puede dirigirse por medievales callejuelas hasta la calle Santiago para admirar su templo de principios del siglo XVII y otra de las esquinas clásicas de la Albarracín: el rincón de la Panadería. Esta calle termina en unas escaleras que nos llevan de nuevo a la Plaza Mayor, punto de origen y destino de las principales visitas a la ciudad.

 

 

 

 

 

 

 

También desde la Plaza Mayor podemos acceder a la calle del Portal de Molina, una típica calle albarracinense donde los aleros de las casas parecen tocarse y que nos depara una gran sorpresa estética: la Casa de la Julianeta. Ubicada en una esquina, esta casa, la más fotografiada de la ciudad, atenta contra las leyes de la gravedad sin apenas una línea vertical en su estructura y se adapta a las caprichosas pendientes del terreno creando una estampa espectacular. Otros magníficos ejemplos de esta arquitectura popular que roba espacio habitable al intrincado terreno, con casas apiladas unas sobre otras, los encontramos en calles como la del Chorro y la calle Azagra, que, serpenteantes y tranquilas, nos sumergen de lleno en plena Edad Media.

A la familia de los Azagra debe Albarracín buena parte de su fisonomía. Ellos se hicieron con el control de la ciudad tras más de un siglo de dominación árabe en el que Albarracín fue una taifa gobernada por los Razín. Los Azagra convirtieron la ciudad en un señorío independiente y en una plaza prácticamente inexpugnable gracias a sus murallas.

En el primer recinto amurallado, correspondiente al periodo musulmán había dos castillos, el principal –en restauración- y la Torre de Doña Blanca que defendía el extremo sur de la ciudad. Hoy esta torre es un mirador privilegiado y un espacio dedicado al paisaje que acoge una interesante exposición pictórica sobre Albarracín. El segundo recinto, con sus torres escalonando la árida falda de la montaña, es el que cuenta con las murallas más imponentes. Aquí, a unos 1240 metros sobre el nivel del mar, se encuentra situada la primitiva Torre del Andador que fue reforzada posteriormente hasta convertirse en otro de los castillos defensivos de la ciudad.

El esfuerzo que supone subir a las murallas merece la pena porque desde allí se divisan unas inmejorables vistas de toda la vega del Guadalaviar y de la compleja fisonomía de Albarracín. La calle del Chorro, la Subida a las Torres y el Portal de Molina nos marcarán el camino a seguir para coronarlas.

Y tras tal despliegue de energía nada mejor que reponer fuerzas en alguno de los buenos restaurantes de la ciudad. La gastronomía albarracinense nos ofrece platos contundentes que ayudan a soportar el frío de estas tierras como el ternasco al horno, el cordero a la pastora, la conserva de cerdo, la trucha y la gran especialidad del terreno: las migas con uvas. Como colofón, las famosas almohábanas de Ben Razín.

Ya con el estómago tranquilo y el ánimo más calmado el viajero puede rematar su jornada con un paseo tranquilo a orillas del río. A su paso por Albarracín, la cuenca del Guadalaviar cuenta con zonas recreativas y hermosos jardines que invitan al descanso. Los aficionados a la pesca pueden probar suerte en sus aguas ya que forman parte de uno de los mejores ríos trucheros del país.

Para finalizar una última sugerencia: hagan noche en la ciudad. Si Albarracín es una bella entre las bellas de día, de noche cobra su mayor encanto con un juego de luces ensoñador que se instala para siempre en la retina del viajero. Además, el carácter turístico de la villa ha dotado a Albarracín de una espléndida oferta hotelera y de una importante red de turismo rural que nos permite alargar nuestro viaje y conocer otros aspectos de la Sierra de Albarracín, como el Conjunto de Arte Rupestre “El Rodeno”, una de las colecciones de arte rupestre levantino más importantes de Aragón.

Guía Práctica
Albarracín

Cómo llegar
Albarracín se encuentra a 35 km de Teruel. El viajero que llega por la N-234 Teruel-Valencia deberá sobrepasar la capital para encontrar, a unos 6 km, el desvío a la A-1512. El acceso desde Zaragoza se realiza por la N-234 que desde Cella enlaza con la TE-V-9011 hasta llegar a la mencionada A-1512. Ya en la ciudad hay varios aparcamientos públicos bien señalizados para dejar el coche. La Oficina de Turismo está en la C/ Diputación, 4. (Tel. 978 71 02 51).

Dónde dormir
Hotel La Casona del Ajimez (www.casonadelajimez.arrakis.es)
6 habitaciones cuidadosamente decoradas en una casa de más de 200 años situada a los pies del antiguo castillo árabe.

Hotel La Casa del Abuelo (www.lacasadelabuelo.net)
4 acogedoras habitaciones (dos dobles y dos suites), en una típica casa de arquitectura popular donde todos los detalles están cuidados al máximo.

Hotel Casa de Santiago (www.casadesantiago.net)
La antigua casa de los caballeros de la Orden de Santiago es hoy un pequeño hotel de nueve habitaciones, en el que la arquitectura original armoniza con el interiorismo más acogedor y confortable.

Hotel Albarracín (www.gargallo-hotels.com/albarracin)
Ubicado en el centro histórico de la ciudad, en el Palacio de la Brigadiera. Habitaciones con baño, teléfono, T.V., canal privado del hotel y calefacción.

Hotel Arabia y Apartamentos El Recreo (www.montesuniversales.com)
Construido en el antiguo Colegio de Padres Escolapios, uno de los edificios más emblemáticos de Albarracín y guardando el estilo de la construcción. 19 habitaciones y 15 apartamentos.

Hotel Caserón de la Fuente (www.terra.es/personal4/cagines)
En plena vega y a orillas del río. 14 habitaciones dobles decoradas en estilo rústico con entramados de vigas de madera.

Hostal Los Palacios (www.montepalacios.com)
Habitaciones decoradas al estilo tradicional a extramuros de la antigua muralla.

Camping Ciudad de Albarracín (www.campingalbarracin.arrakis.es)
En la Sierra de Albarracín. Abierto desde Semana Santa hasta el 1 de Noviembre.


Dónde comer
Rte. El Rincón del Chorro (El Chorro, 15)
Situado en pleno centro es una gran opción para degustar la cocina típica de la zona. Platos sencillos y contundentes.

Hotel Casa de Santiago (www.casadesantiago.net)
En el restaurante de Casa de Santiago podrá degustar la comida de siempre y unos suculentos desayunos, con productos naturales y bollería del lugar.

Hostal Restaurante Mesón del Gallo (www.mesondelgallo.com)
Situado a la entrada del pueblo. Carta de temporada y menú del día. Platos aragoneses. Habitaciones.

Rte. Asador Albarracín (Ctra. de Teruel s/n)
Especialidad en parrilladas de marisco y pescado y de productos del cerdo. Ternasco de Aragón.

Rte. El Bodegón (C/ Azagra, 2)
Cocina casera basada en los productos de la zona: migas con uvas, pollo asado, cordero al horno.

De copas
Café-Galería El Molino del Gato (www.elgato.arrakis.es)
El antiguo molino es hoy un agradable café donde tomar una copa al tiempo que se admira alguna de las exposiciones que alberga. Tiene una hermosa terraza junto al río Guadalaviar.


FUNDACIÓN SANTA MARÍA DE ALBARRACÍN
www.fundacionsantamariadealbarracin.com
Plaza del Palacio, s/n
44100 Albarracín (Teruel)
Teléfono 978 710 093
Fax 978 700 423
E-mail: fsmalbarracin@aragon.es

     
 
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El hotel Sercotel Torico Plaza, dispone de 31 habitaciones, totalmente exteriores, desde dónde puede comtemplarse la Torre Mudéjar del Salvador y la Fuente de la Plaza del Torico.
Teruel es una ciudad de Aragón, en la zona centro-oriental de España. Está en la confluencia de los ríos Guadalaviar y Alfambra. Entre sus atractivos turísticos se encuentran sus edificaciones mudéjares.
 
   
     
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