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Formentera - La isla feliz, un destino para individualistas
 83 kilómetros cuadrados, 69 kilómetros de costa y 7.600 habitantes. Estas cifras pertenecen a una isla cuyo nombre se ha convertido en un sinónimo del turismo individualista, de las vacaciones naturales, de una vida no urbana, sin estrés ni atascos. Formentera es el destino fetiche para los que valoran el ambiente rural y las particularidades de una pequeña comunidad sin grandes ambiciones materiales. Es el destino preferido de los viajeros cuyo lema es "small is beautiful", lo pequeño es bonito. Finalmente es el lugar de peregrinaje de los que adoran las auténticas playas de ensueño, con unos colores tan espléndidos y unas aguas tan cristalinas que el único temor es que todo sea un sueño y uno se despierte en otra realidad.
Aquí, la gran mayoría de los establecimientos turísticos son empresas familiares de los mismos isleños. Es un territorio de bicicletas, de excursionismo, de playas que siempre quedan a pocos pasos, de los placeres tranquilos que no contaminan ni el medio ambiente ni la mente. Las dimensiones humanas, y la sencillez de la vida cotidiana, contrastan con otra vida cultural nutrida por los vestigios de una turbulenta historia y por las contribuciones de los que pasaron por la isla, desde los romanos hasta los visitantes modernos. Todos han dejado algo, y el cúmulo de todo aquello proporciona alimentación para la mente curiosa. En la era de los aviones, los trenes de alta velocidad, las autopistas y los viajes de cientos y miles de kilómetros, es un concepto rompedor y de alguna manera muy futurista experimentar un mundillo de distancias ridículas y descubrir que con esto hay suficiente, que la felicidad reside en los momentos y en los seres humanos que viven en armonía con su lugar.
A menudo es la misma geografía la que proporciona una filosofía de vida. Si el horizonte queda muy lejos, la mirada se concentra en lo que está cerca. Si lo lejano no promete la felicidad, la buscamos en el aquí y ahora. Y si el aquí y ahora resulta tan bello, nos encontramos en una isla feliz. Bienvenidos a Formentera.
Ningún azul como el de Formentera
Resulta tranquilizante que algunos conceptos se resistan a la realidad virtual. En este sentido, es poco probable que algún medio impreso o electrónico transmita fielmente la belleza de alguna de las playas de Formentera. Aparte de que la tranquilidad, el olor a mar, el sonido de las gaviotas y el incomparable aroma de la naturaleza mediterránea no quedan a nuestro alcance si nos limitamos a lo puramente visual, aquí el agua es tan cristalina y su azul tan radiante que sólo se deja apreciar en vivo y en directo.
 Formentera es una isla relativamente plana, dividida en dos mesetas de escasa elevación, Barbaria al oeste y La Mola al este, conectadas por un largo estrecho. Al norte aparecen lagunas litorales y bahías, así como unas antiguas salinas. Una carretera principal une los puntos más extremos de la isla, el puerto de La Savina y el faro de La Mola.
Las antiguas salinas, en explotación hasta hace pocos años, son hoy un espacio único rodeado de playas, como Ses Illetes y Llevant; los sistemas dunares de precario equilibrio dominan esta zona y son el objeto de extensas medidas de protección.
Las barcas de pesca junto al mar, protegidas por casetas, aportan un elemento estético y son el vestigio de la que fue hasta hace poco una actividad económica fundamental.
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